En este momento lo único que viene a mi mente es el sabor de una quesadilla sumergida en aceite rellena de chicharrón prensado con quesillo... Puta Madre!
Qué difícil es ponerse a dieta para alguien con esta personalidad tan adictiva. Sin lugar a duda soy un comedor compulsivo, o mejor dicho obsesivo y compulsivo. A lo largo de casi 30 años he desarrollado una terrible adicción a la comida que todo el tiempo me mantiene entre los festines obscenos y la culpa demoledora. Como porque estoy ansioso y estoy ansioso porque soy infeliz, esa siempre ha sido la fórmula bajo la cual ha funcionado mi aparato digestivo y mediante la cual se ha configurado mi dieta.
Todavía no alcanzo a reconocer del todo, los estados emocionales que detonan mi obsesión hacia la comida, lo único que entiendo es que están estrechamente ligados. Comprendo a la perfección a aquellos adictos a las drogas o alcohólicos crónicos que describen un círculo vicioso sin fin. Como demasiado - estoy "gordo y feo" - soy infeliz - como más.
Comida - frustración - auto conmiseración - comida--- Simple y claro.
Hoy intento nuevamente acercarme a un régimen alimenticio que me lleve a romper con este ciclo que vengo arrastrando desde que nací. La verdad es que nunca he sabido lo que es SENTIRSE delgado. Y hago énfasis en el hecho de que nunca me he SENTIDO delgado porque cuando tenía 17 años realmente estaba en un muy buen peso y me veía saludable, pero en aquel momento, igual que en este y en todos los demás, siempre me sentí mal con mi cuerpo.
Mucha gente me ha dicho que tengo una percepción equivocada de mi físico y que yo me veo lonjas donde sólo hay lonjitas y cosas por el estilo, pero la verdad es que nunca he podido alejarme de la idea de que estoy gordo. Sea porque es la verdad o porque el constructo social de la gordura se ha apoderado de mí, no lo sé.
Quiero intentar una nueva forma de vida donde pueda ser mucho más feliz. Creo que hoy tengo herramientas que antes no tenía y por sobre todas las cosas, creo que hoy no estoy sólo en este empresa.
Comprendo que este trastorno físico, mental y espiritual no tiene nada que ver con la fuerza de voluntad ni con las ganas que le ponga sino con la entrega de mi voluntad a poderes más grandes que el mío, al igual que reconozco que mi problema con la comida es más grande que yo.
Quiero dejar de ser un esclavo condenado a actuar compulsivamente frente al placer y sobretodo frente al dolor.
Hoy quiero enfrentarme de otra forma al mismo problema de siempre, quiero pedirle ayuda a Dios y a todos los seres humanos que me puedan ayudar.
Para la gente normal, esto de las dietas y subir y bajar de peso es un tema que generalmente se toma a la ligera. Los gordos somos parte de un acuerdo social muy claro ahora para mí, el mismo acuerdo con el que se suscribieron conceptos absurdos como la "autoestima" y la "seguridad en uno mismo".
Antes fui un hombre seguro de mí, antes fui un arrogante con "sobre estima", antes fui autosuficiente y muy chingón... Ahora quiero ser uno más en la lista de personas normales, sentirme bien y tratar de adaptarme a esta vida a la que siempre he visto como una circunstancia ajena a mí.
Nunca me imaginé que la respuesta estaba dentro de mí pero que yo, por mi mismo, no podría llevarla a la práctica.
abril 15, 2011
marzo 11, 2011
Japón y El Infierno
Cosas como el terremoto de Japón hacen que me cuestione si elegí bien mi profesión.
Cientos de personas muertas, miles heridos, miles que perdieron todo en unos minutos. Habrá cuadrillas de rescate de todo el mundo. Irán y vendrán doctores, enfermeras, paramédicos, rescatistas, bomberos, cocineros, ingenieros químicos, geólogos, estudiosos del mar, biólogos y periodistas.
Después vendrán e irán políticos, abogados, ingenieros, arquitectos, topógrafos, más doctores, urbanistas, restauradores, agrónomos, sociólogos, filósofos, cantantes... Muchos tratarán de sacar provecho de la desgracia de los Japoneses, pero la mayoría salvarán vidas, restaurarán casas, escuelas y museos, purificarán el agua, establecerán nuevas reglas de convivencia. Muchos saquearán pero la mayoría llevará comida y medicinas.
Y mientras eso pasa el director de un comercial de televisión en México no acaba de decidir si debe poner la lata de refresco a la izquierda o a la derecha de cuadro.
Me da miedo morirme en un Tsunami o aplastado por las vigas que sostienen mi propio techo. Me aterroriza la idea de perder a toda mi familia y quedar sólo, buscando algo qué comer en la calle, con mucha sed. Pero ante todas las cosas, el pavor me invade cuando me doy cuenta de que todo eso sucede mientras yo paso horas sentado frente a una computadora, obedeciendo órdenes de alguien que crea y desarrolla mensajes para vender productos a la gente basándose en el miedo. Que mi vida se delimita al consumo, que nada de lo que hago es real ni afecta directamente la vida de las personas (gracias a dios). Mi trabajo es aire, mi vida se convierte en aire.
¿Estoy muerto? ¿Es este perpetuo estado de insignificancia y trivialidad el infierno prometido?
Estoy en el infierno. Mi pecado fue la vanidad y la soberbia, quería ser escuchado. Y ahora todas mis palabras quedan mudas al no tener nada que decirle a la gente que sufre de verdad. Mi pecado es querer que todos me vean y por eso perder de vista todas las cosas que importan en este mundo.
Sí, este es el infierno, y se transmite por todos los canales en el mejor horario.
¡NO SE LO PIERDA!
Cientos de personas muertas, miles heridos, miles que perdieron todo en unos minutos. Habrá cuadrillas de rescate de todo el mundo. Irán y vendrán doctores, enfermeras, paramédicos, rescatistas, bomberos, cocineros, ingenieros químicos, geólogos, estudiosos del mar, biólogos y periodistas.
Después vendrán e irán políticos, abogados, ingenieros, arquitectos, topógrafos, más doctores, urbanistas, restauradores, agrónomos, sociólogos, filósofos, cantantes... Muchos tratarán de sacar provecho de la desgracia de los Japoneses, pero la mayoría salvarán vidas, restaurarán casas, escuelas y museos, purificarán el agua, establecerán nuevas reglas de convivencia. Muchos saquearán pero la mayoría llevará comida y medicinas.
Y mientras eso pasa el director de un comercial de televisión en México no acaba de decidir si debe poner la lata de refresco a la izquierda o a la derecha de cuadro.
Me da miedo morirme en un Tsunami o aplastado por las vigas que sostienen mi propio techo. Me aterroriza la idea de perder a toda mi familia y quedar sólo, buscando algo qué comer en la calle, con mucha sed. Pero ante todas las cosas, el pavor me invade cuando me doy cuenta de que todo eso sucede mientras yo paso horas sentado frente a una computadora, obedeciendo órdenes de alguien que crea y desarrolla mensajes para vender productos a la gente basándose en el miedo. Que mi vida se delimita al consumo, que nada de lo que hago es real ni afecta directamente la vida de las personas (gracias a dios). Mi trabajo es aire, mi vida se convierte en aire.
¿Estoy muerto? ¿Es este perpetuo estado de insignificancia y trivialidad el infierno prometido?
Estoy en el infierno. Mi pecado fue la vanidad y la soberbia, quería ser escuchado. Y ahora todas mis palabras quedan mudas al no tener nada que decirle a la gente que sufre de verdad. Mi pecado es querer que todos me vean y por eso perder de vista todas las cosas que importan en este mundo.
Sí, este es el infierno, y se transmite por todos los canales en el mejor horario.
¡NO SE LO PIERDA!
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