julio 09, 2010

Fortuna

Detrás de las arrugas y las cataratas había una mirada llena de sabiduría que se posaba ahora en el rostro limpio, perfecto y casi infantil de la joven aprendiz. Habían saciado su apetito con los mejores tallarines de la lejana provincia y ahora degustaban un maravilloso té de los místicos plantíos orientales.
La gorda dueña del restaurante se aproximó para obsequiarles un par de galletas de la fortuna: Llega una edad en la que un hombre sólo puede darle dos cosas a una mujer: asco y dinero, leyó con trabajo el viejo maestro, mientras llegaba al entendimiento de que esto, nada tenía que ver con la ancestral sabiduría china y era una absoluta tontería.
La joven aprendiz, se despidió para regresar a su trabajo y dejó algunos dólares sobre la mesa, quedando solo el viejo maestro en aquel lugar, con una galleta rota y una fortuna escrita. Tomó el sabio los pedazos de harina endulzada y los guardó en la bolsa del pantalón para después llevarse el pequeño papel a la boca y degustarlo.

2 comentarios:

Little pet dijo...

es tuyo el texto? me ha gustado!!
saludines

Victor Léycegui dijo...

Claro que es mío!! Nunca publicaría algo que no fuera mío... ¡Aunque la duda hasta parece un cumplido!